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Estuve a las puertas del infierno

Estuve a las puertas del infierno

Yo estuve a las puertas del infierno y pasaban ardiendo mensajes que nadie quería escuchar: Invisibles al mundo invisible a ti.

Mi guitarra es el mástil de un kalashnikov, la música que derrama es con la sangre que bebo de mis hermanos.

Los legos que no encajan son por los martillazos que tengo que dar para poder romper el metal que encuentro mientras escarbó en la miseria para conseguir algo que me identifique con el ser humano y pueda echarme algo a la boca, antes que me ahogue por el hedor del metano.

El estiércol que me alimenta proviene de discursos racistas que me hunden cada vez más en el Cadalso de la sinrazón.

Los desfiles que yo veo son desarrapados perdidos en unas dunas de civilización que los engulle como peces en el asfalto.

Mi libertad se alza con una mano abierta para poder coger el sustento que cae como agua de lluvia y me de fuerzas para sobrevivir.

La belleza del atardecer rompe en el horizonte en un estruendo que golpea mis oídos y mata mi mirada.

Las vísceras esparcidas crean cuadros abstractos dignos de ser expuestos en el museo del horror que origina una sociedad despiadada y ajena a cualquier dolor.

Invisible al mundo,

Invisible a ti.

Para no incrementar la lista de la barbarie intento nadar mar adentro, donde en el horizonte se ven luces de neón y anuncios de sueños rotos, antes que mis huesos pasen a gritar al fondo del mar como corales cristalinos marchitos por voces aciagas por el odio.

Capturan peces, salvan especies mal heridas y mientras me ahogo discuten para acrecentar la desidia. ¿Tender una mano a quién? ¿Para qué? Dar entrada a puerto a cruceros, mientras el resto de ayuda que no produce va a la cárcel.

Una sociedad garantista está abocada a perecer como yo. Invisible al mundo, invisible a ti.

La competición que me marco es correr más rápido que el que cae al suelo de un balazo.

Mi foto de podio nunca se verá porque sobre la madera que me alzó solo contiene los cadáveres de todos mis seres queridos. Invisibles al mundo, invisibles a ti.

Mientras tú miras un cuadro lleno de belleza yo cabalgó en busca de un lienzo que defina mi miseria.

Invisible al mundo.

Invisible a ti.

Y los visillos de la salita del infierno una vez más puntual a las tres repiten lo mismo pero nadie ve nada:

Invisible al mundo

Invisible a ti.

Joaquín Martínez Gil