No sé porque las cosas bellas se pierden con el tiempo Hoy me he puesto a recordar como una noche llegamos a un bar. varado entre vías muertas y olor a espliego y azahar. y al sentarnos en la terraza alce la vista y todo un firmamento se abrió ante nosotros.

Se me ocurrió obsequiar a mi chica a sentir el placer de mirar hacia arriba donde se desplegaba todo un lienzo oscuro plagado de estrellas: toda una incandescente orgía de luz.

Quise que este fuese mi regalo. mirar las estrellas, pero para ello me tuve que arriesgar, decidido me levanté y le dije a Lucia: espera un momento. voy a ver si consigo un deseo.

Me fui adentro, ya en la barra llame al camarero y un poco nervioso le expliqué mi deseo de regalar un poco de oscuridad a mi chica para que disfrutara por un momento del placer de alcanzar el cielo con la mirada y lo envolviera en su corazón.

No te preocupes. ve y disfruta. me dijo. Cuando salí a la terraza y llegué a la mesa. en el mismo momento que me sentaba, se apagaron todas las luces del bar y una voz en off decía: los mayores placeres se consiguen cuando alzamos la mirada y coincidimos con la plenitud del vatio.

Me arriesgue. me lo concedieron y conseguimos ver la belleza en toda su magnitud y. una lágrima se diluyó en el mismo momento que del cielo brotó una estrella fugaz que se cruzó ante el reflejo liquido del sentimiento que hace pensar que la ilusión os el milagro necesario para conseguir aquello que uno quiere.

Joaquín Martínez Gil