
Reinventar la historia
España tiene un legado histórico artístico y cultural muy rico desde sus orígenes: que pasan a ser desde la prehistoria, hasta nuestros días.
No es mi propósito enumerar si no concienciar y denunciar algo que está socavando y erosionando parte de un legado que nos pertenece por una panda de chalados, al mando de vendedores de humo amarrados a las entrañas de un sillón que les da derecho legal para conseguir sus metas con el juego sucio de la persuasión y falsos mensajes a sus seguidores.
Estos con las justas neuronas para trabajar, siguen los dictámenes de una idea patriótica sin más visión que destrozar lo que por derecho nos pertenece. Dejan su huella a golpe de gamberrada, esta vez ha sido un atentado a nuestro patrimonio cultural y, en especial, a uno tan sensible como es el del arte rupestre, con 6.000 años de existencia en Solana del pino, Ciudad Real.
No sé si llamarlo exterminio de culturas para no dejar huella de lo que fuimos, sin saber llegar a donde queremos y eliminando elementos a conciencia que saben muy bien que impresa la bandera van a generar discordia como fin último de su expresión: la provocación.
Para ellos su máxima es alzarse como idea suprema, sin tener ni idea de lo que son y una forma de conseguirlo, la que tiene el necio es matar y eliminar todo cuanto pueda identificar al muerto. Su único recurso, que no es el del razonamiento es endulzar los oídos a quienes sin estar ciegos, no quieren ver.
Acatan las órdenes o los ingenios del más listo del grupo y acometen los atropellos como triunfos conseguidos. Intentan reinventar una historia que no tiene base, una historia cargada de odio y rabia.
De soberbia e indignación: todo bajo una bandera que es de todos y capaz de agredir a todos. Son pocos pero bien aleccionados. Hijos del despropósito y el rencor; de la mentira y la ignorancia.
Una minoría con una estrategia concreta: ensalzar el gran y único valor que les representa, bandera, porque por lo demás demuestran ser destrozos de vergüenza y energúmenos del horror. Conviven con nosotros mientras les gusta el plato que se sirve, cuando no es así destrozan todo cuanto está a su alrededor.
Pasan los años y no perdonan, pero quieren ser perdonados y entendidos y para ellos son capaces de los mayores exabruptos.
Podrás eliminar todo vestigio de cuánto había, pero siempre habrá alguien, donde el sentido común florece, que se pregunte ¿y este desacierto que hace aquí en mitad del campo? ¿Quién es capaz de acometer tal atropello contra un patrimonio de la humanidad? algún cobarde tal vez, que con las mismas técnicas pero distintas armas, se enfrentan a los hechos, siempre en la oscuridad, de la misma forma anónima que aquellos que constantemente están denunciando sus representantes y sacando rédito de lo que ya pasó en otros momentos, tan vergonzosos como estos.
Los actos vandálicos que directamente atentan contra la sociedad, por muy lejos que nos parezcan que están de nosotros, solo sirven para reforzar la unidad de todos contra estos grupos de irreverentes que alzan sus estandartes en los cráneos de la memoria.
Joaquín Martínez Gil

